“El 4 de Julio y la ayuda de los cubanos a George Washington” por Frank Calzón

El 4 de Julio y la ayuda de los cubanos a George Washington.

Cuando los franceses estaban aquí” por Stephen Bonsal, publicado en 1945. 

Este 4 de julio, pienso sobre los hombres y mujeres en las Fuerzas Armadas norteamericanas que arriesgan sus vidas defendiendo la causa de la libertad alrededor del mundo. Pienso también sobre Cuba, tan cerca de los Estados Unidos, sufriendo un despotismo que la oprime y que encarcela a los campesinos que quieren aliviar el hambre reinante y que se atreven a criar sus animales y cosechar frutas y vegetales y venderlos directamente a los consumidores. Son los campesinos que se atreven a violar el bloqueo interno de la dictadura a la producción independiente de los decretos del estado que gasta millones importando pollos congelados de Nueva Orleans.

Y recuerdo a las Damas de La Habana, precursoras de las Damas de Blanco de hoy en su amor por la libertad. Aquellas habaneras jugaron un papel importante ayudando a George Washington en un momento crítico de la guerra de independencia norteamericana.
La batalla de Yorktown se iniciaba y el general británico Cornwallis estaba seguro de que derrotaría a los patriotas norteamericanos.

Según un ayudante de Washington, el francés Conde de Rochambeau,  “las tropas continentales estaban casi sin ropas, sin medias y sin zapatos. Casi no tenían recursos. El General Washington no contaba con la mitad de las tropas necesarias”.

El historiador Stephen Bonsal cuenta lo ocurrido en su libro “Cuando los franceses estaban aquí”, publicado en 1945. En 1781, la situación lucía mal, cuando Washington envío al almirante Francois de Grasse al Caribe. Charles Lee Lewis lo describe en su libro “El Almirante DeGrasse y la Independencia Americana”, que publicó el Instituto Naval de Estados Unidos.

Lamentablemente, como Jean-Jacques Antier también escribe en “El Almirante DeGrasse: Héroe de la Independencia Americana”, cuando el francés llegó a Santo Domingo la flota española había partido para Espana, no había oro y el gobierno colonial no podía ayudar.
De Grasse marchó a La Habana. Entonces no existía la Fundación Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy) para promover la libertad y la democracia alrededor del mundo.

Los cubanos admiraban a Washington y respondieron inmediatamente. “Las damas de La Habana donaron sus diamantes y 1,200,000 libras fueron recaudados”, escribió Antier. De Grasse partió para Filadelfia sin demora, y desde allí Rochembau se fue a Chester, Pensilvania en Septiembre de 1781.

“Vimos en la distancia al General Washington saludando con su sombrero y un pañuelo blanco, demostrando su alegría al ver el bote que llegaba a Chester”, dijo Rochembau después según la crónica de J. J. Jusserand, en “Con los Americanos del Pasado y los Dias Presentes”. De Rochembau acababa de pisar tierra cuando Washington, usualmente muy circunspecto lo abrazó, la buena nueva se había hecho realidad. De Grasse había arribado con significantes recursos para continuar la lucha.

La campaña en el otoño de 1781, y la guerra, terminó cuando Cornwallis se rindió en Yorktown. Bonsal escribió más tarde: “El millón que donaron las damas de La Habana pueden reconocerse como los dólares indispensables para la construcción del edificio de la independencia americana”.

El Presidente Biden, que ha anunciado que La Habana no coopera con la lucha antiterrorista y que la represión y las violaciones de los derechos humanos en la isla son consideraciones en la reexaminación de su política hacia Cuba, posiblemente desconoce la ayuda de las damas de La Habana a  Washington.
En este 4 de julio, pidámosle a Dios que proteja a los soldados americanos alrededor del mundo y a las Damas de Blanco, a los activistas de UNPACU, del Movimiento San Isidro y los hombres y mujeres en manos de la gestapo cubana.

Frank Calzón es un politólogo cubano.